Noviembre 17 2004
No había pasado tanto tiempo "dentro de un auto", llegamos cuando todavía los locales de comida estaban abiertos, y cd tras cd, los "autos estacionados habían desparecido", el tráfico era muy poco y la gente que pasaba por el auto ya no miraba hacía las ventanillas. Me comencé a poner un poco triste, mis "líricas flamencas", mis dedos pasando por los labios de "Yeux Tristes", y "mi primer libro de poesía" en el asiento posterior parece que también se fueron consumiendo; el libro era un "Nuevo Recuento de Poemas" de Jaime Sabines, editado en 1983, lo adquirí en una "librería de viejo" hace unos 12 años, lo recuerdo bien, al momento de obtener mi mesada, "corrí" al Tower de Niza y compré el "nuevo cd" de Herbie Hancock llamado "The New Standars", en el cual, "el piano de Hancock" acompañado de una buen base rítmica (John Scofield, Dave Holland y Michael Brecker ) interpretaban temas de Don Hanley, Peter Gabriel y Kurt Cobain, entre otros. Después caminé al zócalo y en una librería encontré "mi primer libro de poesía", aunque a los 13 o 14 años leí "Las Flores del Mal", no le entendía mucho, pero de Sabines me impactó la forma tan "coloquial" de decirle a alguien "cuanto la quería"; yo no tenía a quien decírselo, pero compré el libro pensando en "mi futuro". "Yeux Tristes" abrió un poco su ventana, y que bueno, mis manos sudaban y comenzaba a hartarme de la música; me desesperé un poco hasta que dije ----- ¡ Ya basta! ------ bajé el volumen del estero, me acerqué a ella y la besé. Fueron unos instantes, y me "sorprendió" con un ------¿Me quieres escuchar?---. Me lo dijo y los estragos de mi "bipolaridad" fueron evidentes, quería bajar del auto y echarme a llorar en la pequeña banqueta, sin embargo, al sentir su mano, hizo efecto el "estado hipnótico" que ella provoca en mi, la miré y todo volvió a la tranquilidad, le pregunté ----- ¿Lo intentamos? --------. -------Hay que intentar manejarlo ----- me contestó ella, me sentí mucho mejor. Mientras manejaba a su casa, pensaba en cómo lograrlo, en que si puedo hacer que ella suba a un avión conmigo y pasemos 15 horas incómodamente sentados en un pequeño espacio alternando vodka tónic con esas botellitas de rioja que siempre encuentro en la parte trasera de los aviones, habré logrado mucho, y si no es así, terminaré en un sillón destartalado esperando a que se consuma el tiempo, recordando sus labios y visualizando mi viejo libro de Sabines colocado en un pequeño bote de basura en forma de pingüino; y seguramente tampoco tendré un auto para encerrarme y asfixiarme.