Mi primera cicatriz fue hace ya mucho, no se cuántos años tendría, aunque recuerdo que sonaba un hit de wham con la vocecita melodiosa de George Michael ---- / Wake me up before you go-go, / I don't wanna miss it when you hit that high... / ------; Daniela, así se llamaba, una niña alta y con largo cabello negro, a sus seis o siete años ya era "perseguida" por muchos niños. Intenté conquistarla, pero que abertura me dejó al saber que se había hecho novia de "mi mejor amiguito", recuerdo su nombre, Juan Mastachi. El y yo jugábamos juntos, era un niño rico que tenía un amplio departamento en la Colonia del Valle, lo tenía todo, muchos juguetes, llegaba en un espectacular "grandmarquis" a la escuela... incluso ´"tenía" a Daniela. Esa fue la primera cicatriz de muchas; la más reciente se llama Ayesha, en ocasiones me arrepiento de haber echado a perder "el apego" con mi "impulsividad extremis", sin embargo, supongo que tarde o temprano explotaría la combinación "Beat-Aye" y la cicatriz al final sería la misma. La culpa "del dolor" es el deseo, el apego formado a lo material y a las personas que pueden rodearnos; eso dice el budismo, y suena tan fácil deshacer esos apegos y no desear; yo mismo me doy cuenta de este penoso y raquítico "apego", que simplemente es un recuerdo fantasmal. Ha sido "bueno" el último mail de Ayesha; menciona que "no es cuestión de tiempo", ja... por coincidencia, creo yo, lo que me llevó a "ese impulso destructivo", fueron los apegos de Ayesha y no arremeto contra su honestidad de contármelos y darme mi "bofetada" de vez en cuando, ahora se que no fueron las temporadas de otoño, ni las noches entrañables o los regalitos cursis... solo apegos, los que ella tenía y los que yo formé, fuertísimos apegos que no se resanan con "buena voluntad y tiempo".
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